Hasta que el Sol nos trague por Antón Uriarte

La ideología ecologista del cambio climático sostiene esencialmente dos ideas:

a) Que con nuestras emisiones hacemos daño al Clima

b) Que con nuestras emisiones hacemos daño a la Humanidad

La Defensa del Clima. La primera idea, la defensa del clima, entra dentro del pensamiento mítico creacionista, y es apoyada hoy por la izquierda malthusiana y mayoritaria, que hace tiempo optó por las ideas del clérigo ecologista y enterró la filosofía de Engels y Marx. Es difícil discutirla, porque entra dentro del campo de la Fe. Los escépticos, marxistas o no, sabemos que la Tierra y sus climas han venido evolucionando desde hace unos 4.500 millones de años y que lo seguirán haciendo probablemente otros tantos miles de millones más, hasta que a nuestro derretido planeta se lo coma la agigantada estrella roja en que se habrá convertido el Sol (puede ocurrir que bastante antes, desaparecidos nosotros y nuestras emisiones, una fotosíntesis desbocada haya acabado con todo el CO2 del aire y la biosfera orgánica haya muerto de frío e inanición, sin esperar la muerte estelar).

La Defensa de la Humanidad. La segunda idea, la defensa de la humanidad, contiene tres subideas: que podemos evitar que el clima cambie, que si cambia es por efecto de nuestras emisiones de CO2 y que el cambio es perjudicial y peligrosísisimo para nuestra supervivencia. Estas subideas son las que queremos ordenadamente discutir, pues algunos no creemos que la humanidad pueda evitar que el clima cambie, no creemos que se pueda hoy por hoy demostrar que las emisiones de CO2 provoquen el cambio actual y no creemos que el último cambio climático del siglo XX, o el incremento del CO2, haya sido ni sea perjudicial.

¿Es España un Estado federal?, de Francesc de Carreras

Un fantasma recorre la opinión pública catalana: la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut ha cerrado definitivamente las puertas auna España federal y las dos únicas opciones de futuro son la autonomista actual o la independencia. Según mi parecer, esta afirmación encierra, como mínimo, dos errores: que el Estado de las autonomías no tiene cabida dentro de las formas de Estado federal y que el Estatut, antes de la sentencia del TC, iba en la línea federalista. Veamos sumariamente las razones por las cuales considero que lo primero es un error y aplacemos para otro día lo segundo.

Cada uno puede dar a las palabras el contenido que desee. Ahora bien, un planteamiento razonable respecto al significado del término Estado federal nos puede llevar a concluir que es aquella forma de organización territorial del Estado que en los países de nuestro entorno político-cultural es considerada como tal. Es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos, Suiza, Alemania, Canadá o Austria. ¿Es idéntica la organización territorial de estos países? La respuesta debe ser negativa ya que, ciertamente, en cuanto a su organización territorial, existen diferencias entre ellos. Sin embargo, todos tienen en común ciertos elementos estructurales básicos y es por esta razón que los englobamos bajo el nombre genérico de Estado federal.

Pues bien, ¿cuáles son los elementos estructurales básicos de un Estado federal? Existe un cierto consenso entre los especialistas, que, tras diferenciar dentro de este tipo de Estado entre la federación (en España, el Estado central) y los estados miembros (en España, las comunidades autónomas), configura seis elementos de esta naturaleza que intentaré resumir.

Primero, una Constitución federal válida para todo el Estado, aprobada por un poder constituyente soberano formado por la libre voluntad de los ciudadanos, no producto de un pacto entre territorios. Esta Constitución garantiza la igualdad básica de los derechos de todos los ciudadanos mediante un ordenamiento jurídico común. Segundo, unas constituciones de los estados miembros (en España, denominados estatutos) que son las normas de cabecera superiores de un ordenamiento propio, sometidas, naturalmente, a la Constitución federal. Tercero, esta Constitución federal debe establecer un sistema para distribuir las competencias respectivas entre la federación y los estados miembros. Cuarto, las relaciones entre la federación y los estados miembros no son de jerarquía política, sino de autonomía, y los conflictos que puedan suscitarse por las disputas en relación con las distintas esferas de competencia deben sustanciarse jurídicamente, mediante la aplicación de normas jurídicas -no políticamente, es decir, por razones de oportunidad o conveniencia- por un poder judicial independiente. Quinto, la federación y los estados miembros no actúan como esferas separadas, sino que deben relacionarse entre ellos mediante mecanismos de participación y colaboración, de acuerdo con los principios de solidaridad y lealtad mutua, para contribuir así a la eficiencia y eficacia del Estado federal en su conjunto. Sexto, tanto la federación como los estados miembros deben tener haciendas separadas que garanticen la igual financiación de sus competencias y la solidaridad entre territorios.

¿Cumple el Estado de las autonomías todos estos requisitos? A mi parecer, sólo incumple parcialmente el quinto elemento: la participación de las comunidades en el Estado y las relaciones de colaboración. Ello es debido, principalmente, a la inexistencia de un Senado federal, o de órganos equivalente como una Conferencia de Presidentes que funcione con regularidad, y a la insuficiencia de la cooperación entre el Estado y las comunidades, especialmente las comunidades entre sí. Estos son, por tanto, los aspectos que deberían reformarse o desarrollarse para culminar el esquema federal, aunque estas debilidades del sistema español no impiden que el Estado de las autonomías deba ser considerado como parte de la categoría Estado federal, sea con este nombre o con otros, ya que también algunos autores – y, asimismo, la propia jurisprudencia constitucional-los denominan en ocasiones estados complejos o compuestos.

Esta inclusión en la categoría de estados federales – en oposición a la de estados centralistas, que no a estados unitarios, ya que todo Estado es, por definición, unitario-ha sido reconocida por la mayoría de los tratadistas españoles y extranjeros. Véanse, por ejemplo, dos libros recientes publicados en España: Ronald L. Watts, Sistemas federales comparados (Edit. Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2006) y George Anderson, Federalisme: una introducció (Generalitat de Catalunya-Institut d´Estudis Autonòmics, Barcelona, 2008).

Por tanto, España, el Estado de las autonomías, debe ser considerada como un Estado federal.

Y dejo para otro día la justificación de que la reciente sentencia del TC, más allá de consideraciones semánticas, ami parecer lo ha reafirmado, mientras que el Estatut de Catalunya, antes de las modificaciones que ha introducido la sentencia, lo desviaba de este camino.

FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

Two ride together

Dos cabalgan juntos de John Ford es un decente western.

Hay alguna escena tonta, como la muerte a manos de Guthrie McCabe de Stone Calf, y en general no es una película del nivel de John Ford.

Sólo me hace pensar en los deseos irracionales de la gente, y que pasa cuando la realidad se impone tozudamente a esos deseos.


Es lógico por Arcadi Espada

Querido J:

El amigo Monegal, que tiene la importante misión de explicar la tele a los ciegos por conveniencia, contaba el otro día en la radio la gansada de un humorista Buenafuente. Parece que con mucha ceremonia el humorista abrió un librote que identificó con el Corán y se puso a leer unos párrafos. Uf, tremendo. La ancestral violencia de los creyentes. Acabada la lectura lo cerró y lo mostró a los espectadores. Era la Biblia, claro, y la moralina relativista tan obvia que dolía. Como te he dicho alguna vez los ateos sabemos mejor que nadie que no todas las religiones son iguales. La gansada se produjo en el cargado ambiente que ha provocado el happening que promueve para hoy Terry Jones, un pastor de ovejas de California, que quiere quemar unos cuantos ejemplares del Corán en la plaza pública. Aún no se sabe qué hará: el miedo y la histeria de Occidente han convertido al pastor en el interlocutor privilegiado de la Autoridad, desde el Papa de Roma hasta el presidente de América: los dos le ordenan que ceje y cada minuto que pasa el pastor se siente mejor. La quema de libros es un símbolo de lo peor de la Humanidad: las llamas se ven desde la Inquisición hasta Auschwitz. Por lo tanto el método elegido por el pastor sólo provoca mi desprecio. Pero ni un paso más.

Cuando Monegal acabó de explicar el chiste le dije con notable gravedad.

—Hay una diferencia. Si alguien planeara la quema de Biblias el presidente Obama habría dicho muchas cosas. Pero jamás habría dicho que era un gesto imprudente.

Sigo pensando que la respuesta del presidente americano es mucho más preocupante que las intenciones del pastor. El presidente Obama ha dicho que el pastor pone en peligro muchas vidas de americanos. Hubiese comprendido que semejante barbaridad la hubiese dicho un imán barbudo, pero no el jefe de una nación libre. Obama legitima que la respuesta a la quema de libros sea la quema de hombres. La equiparación es puramente espantosa. Y la materialización del espanto no es en absoluto un ejercicio retórico. Si mañana, y en nombre de Alá y su venganza, alguien destroza una vida americana, el presidente Obama sólo tendría un modo de ser coherente. Decir:

—Es lógico.

Cualquier reacción ante un hecho simbólico que traspase los limites del símbolo es una aberración impropia de un hombre civilizado. Obama podría haber condenado el gesto, calificarlo de repulsivo y de abyecto; podría haber advertido, incluso, que provocaría una quema de biblias o acciones de parecido voltaje emocional. Pero nunca tendría que haber dado por lógica la principal diferencia pragmática entre los dos Libros: ningún cristiano reaccionaría ante la quema de biblias destrozando infieles en una estación de tren. Las palabras, flojísimas e inmorales, de Obama llevan consigo otra siniestra equiparación entre quemas librescas y humanas. Y esta atañe, por así decirlo, a las filas propias. En Irak y Afganistán, América ha liquidado (y sigue liquidando) miles de musulmanes. Esta actividad ha provocado desesperadas respuestas islámicas. Quemas de hombres. La única posibilidad moral que Obama tiene de justificar las invasiones es la defensa de un orden donde puedan quemarse biblias y coranes y hacérselo sobre lo más barrido. ¿Invadir Irak y Afganistán, pasar a fuego hombres, mujeres y niños en nombre de la libertad duradera y luego convertir a un estrafalario pastorcillo en responsable de las futuras matanzas de americanos? Hombre, hombre. Es improbable que la hipocresía socialdemócrata haya alcanzado un grado semejante en cualquier otro lugar y circunstancia de nuestro tiempo.

Antes de ponerme a escribirte me he entretenido en un ejercicio de sacrilegios. Te lo adjunto a continuación. Trata de nuestro mundo. Ninguno de esos sacrilegios ha costado una sola vida. Nadie pronunció la palabra imprudencia. Si se hicieron condenas fue en nombre de la dignidad ofendida y no del miedo. Es lo que tienen las religiones desarmadas. Sal al aire libre y respira hondo.

Aparece el primero de Los Cantos de Maldoror, del Conde de Lautreamont, que mezcla religión, sexo y crimen (1867). Nikos Kazantzakis escribe La última tentación de Cristo (1960) y Scorsese la lleva al cine (1988). Buñuel parodia la Última Cena en Viridiana (1961). Fernando Arrabal le dedica un libro a un joven cagándose «en Dios, la Patria y todo lo demás» (1967). Monty Phyton estrena su sátira religiosa La vida de Bryan (1979). Godard dirige Yo te saludo, María, versión carnal de la concepción de Jesús (1984). Madonna coquetea con un Cristo negro en su vídeo Like a Prayer (1988), y aparece «crucificada» en su gira Confessions on a Dance Floor (2005). Oliviero Toscani retrata para Benetton a un cura y una monja besándose (1991). Sinéad O’Connor rasga ante las cámaras una foto del Papa (1992). Marylin Manson escenifica la quema de una Biblia en su gira Antichrist Superstar (1996). José Saramago escribe El Evangelio según Jesucristo (1998); a su muerte, la edición portuguesa de Playboy lo homenajea colocando a Jesús en un burdel. El fotógrafo José Antonio Montoya publica Sanctorum, una serie de figuras católicas en poses sexuales (2002). Javier Krahe enseña «cómo cocinar un Cristo», Maragall saca una foto a Carod Rovira jugando con una corona de espinas en Jerusalén y Leo Bassi parodia al Papa en su espectáculo La Revelación (2005). El Museo de la Catedral de Viena exhibe Religión, carne y poder, de Alfred Hrdlicka, que incluye una orgía apostólica (2008). La Galería de Arte Moderno de Glasgow, en una exposición a favor de los derechos de los gays, pone una Biblia a disposición del público para que deje en ella sus comentarios (2009). En Rótova, Valencia, un joven se quita la hostia de la boca y la pisotea ante el cura en plena misa de la Divina Aurora (2010).

Todos estos actos más o menos cargados de sentido, sarcasmo y brutalidad han sido posibles por algo que caracteriza a nuestro mundo laico: la constatación de que no hay ninguna creencia sagrada. Que dan igual Dios, Lenin, la Democracia o el Horóscopo. Estos actos se produjeron en un estado de ánimo muy lejano al insidioso respeto que se exige en nombre de la espiritualidad islámica y que ya empieza a extenderse peligrosamente a todas las espiritualidades. Nada más cierto que el Islam ha vigorizado a Cristo. Un estado de ánimo, el de la civilizacion, en el que, lógica y bravamente, ninguna opinión puede ser respetable.

Sigue con salud,

A.

Visita a Bilbao y San Sebastián, 28 y 29 de agosto de 2010

Visitamos con la prima Bilbao y San Sebastián.

Unas cinco horas de coche. Comida a base de sandwiches.

Coincidimos con las fiestas de la Semana Grande de Bilbao. Mucha gente, mucho agobio, mucha suciedad. Sólo disfruté los fuegos nocturnos, aunque se hicieron muy largo.

El Guggenheim merece la visita. Y la exposición de Anish Kapoor es lo mejor.

También visitamos el mismo día el Museo de Bellas artes de Bilbao. Demasiado para un solo día. Al menos disfruto de algunas obras de Sorolla, entre otras.

A la noche vamos al casco antiguo. Ríos de gente. Comida rápida, cara y agobiante a base de pinchos en un bar con demasiada gente. Paseo nada edificante. Fuegos artificiales y al hotel.

Al día siguiente, tras un desayuno generoso en el hotel, a San Sebastián. Paseos varios. Una maravilla de ciudad. Comemos los famosos pintxos, mucha mayonesa, pero muy ricos.

Volveremos a San Sebastián, aunque esperemos que sea más larga la estancia y poder disfrutar más de la ciudad.





























A serious man. 2009. Joel & Ethan Coen

Un tipo serio de los Coen es una película contenida, esperando a que explote pero nunca sucede.

La hemos visto en el Cine Doré, lo que siempre ayuda a sobrellevar el tedio.

No volveré a verla, aunque tiene situaciones entretenidas y sorprendentes que la hacen llevadera.