Lecturas, 16 de octubre de 2010

¿Necesitamos inflación? por Juan Ramón Rallo

Vargas por Arcadi Espada

El Nobel que susurra. La conciencia cívica por Álvaro Vargas Llosa

La vía China por Arcadi Espada

Arcadi Espada en Gutun Zuria

Ángel y Giorgio (I) por Arcadi Espada

Ángel y Giorgio (II) por Arcadi Espada

Ángel y Giorgio (III) por Arcadi Espada

Madrid, qué bien resistes por Arcadi Espada

Nobel 2010, un premio contra el subsidio a los parados

Bolaños y los pobres por Carlos Rodríguez Braun
Un día de principios de los 70, lo visité en su casa de la calle Osio, en el barrio de Sarriá, Barcelona. Comimos en la cocina y luego nos sentamos a hablar de literatura en la sobremesa. A las cuatro en punto de la tarde, me dijo que lo sentía mucho pero que tenía que ponerse a escribir. «Me llama el trabajo», me dijo, «tú puedes quedarte aquí, leyendo, hasta las ocho, que termina mi jornada, y después seguimos hablando». Me pasé cuatro horas leyendo unos relatos de Juan Benet, que tenía encima de la mesa del salón, y tomando café colombiano puro que Patricia me servía en tazones, uno detrás de otro, con la sana intención de que no me durmiera antes de que volviera de escribir «Varguitas». A las ocho y unos minutos, entró de nuevo sonriente y nos fuimos a cenar a un italiano, el «Portofino», donde no dejó de hablar de literatura ni un solo momento.

El perfilador por Francisco Pérez Abellán
Alucinan en color por Gabriel Calzada

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