Educación por Juan Abreu

Abreu y las ventajas de limpiarse el pito.

Destaco:

Cuando uno es un niño no se inmuta en presencia de la sabiduría. Qué desperdicio. Allí estaba mi madre dándome una preciosa lección para toda la vida y yo mohín en ristre petulante mirando la calle, ansioso de mataperreo.

Cada vez que una representante del género superior acercaba su boquita a mi pito, invariablemente: Uh, qué limpito.

Una buena educación. A pesar de nuestra humilde extracción.



COMENTARIO:


Juancito mijito… ¿te lavaste el pito?

Sí Mima.

Bueno.

Eso cada vez que me veía salir del baño después de orinar.

Cuando uno es un niño no se inmuta en presencia de la sabiduría. Qué desperdicio. Allí estaba mi madre dándome una preciosa lección para toda la vida y yo mohín en ristre petulante mirando la calle, ansioso de mataperreo.

Sí Mima.

Después el tiempo pasó qué putada y salí al mundo y vagué de aquí para allá cada vez más lejos de la isla pavorosa como impone el sentido común calor o nieve desiertos o montañas pero siempre me lavaba el pito, religiosamente, nunca mejor dicho, cada vez que acababa de orinar.

Hace algunos años mi vagabundeo y mi condición de paria me trajeron a estas tierras ibéricas donde nadie se lava el pito (más conocido aquí como polla) después de orinar.

Me contaba aterrada mi madre años después ya ella también en el exilio que no digamos ya el pito se bañaban sus vecinos en Aluche ¡la familia entera! sin cambiar el agua de la bañera.

Pero no quiero hablar ahora de eso que me deprimo.

Yo en Barcelona, hijo de mi madre, con mi pito limpio.

Y qué ventaja, qué soterrado orgullo.

Cada vez que una representante del género superior acercaba su boquita a mi pito, invariablemente: Uh, qué limpito.

A cualquier hora del día o de la noche: Uh, qué limpito.

Son las cosas que uno se lleva al más acá.

Cuántas felaciones, dicho respetuosamente que a fin de cuentas este es un post maternal, no alcanzaron su alcurnia, su distinción esa superioridad de la higiene gracias a las enseñanzas de mi madre. Gracias a su insistencia en que yo tuviera una buena educación.

Una buena educación. A pesar de nuestra humilde extracción.

Ven, chúpamela un poco…

Uf, qué limpito.

Gracias Mamá.

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